Roberto Mielgo, El Correo, 16-12-2007
Ya sé, me lo decía mi abuela, que excepto la muerte, el dolor y la miseria, hay pocas cosas en la vida que tengan realmente el carácter tan dramático que solemos atribuirles, sobre todo cuando nos tocan de lleno. Sin embargo, tengo la impresión de que tras la polvareda levantada por ciertos sectores desde la publicación del Informe PISA 2006, el asunto podría llegar a cobrar dimensiones indeseadas en la preocupación de los ciudadanos. Por eso, desde mi responsabilidad de profesional de la enseñanza, me siento obligado a poner los puntos sobre las íes respecto a alguna de esas cuestiones que ya están empezando a pasar a la categoría de verdades, sólo por lo reiterado del sainete.
No voy a traer aquí los datos concretos del informe, ya que han sido expuestos en numerosas ocasiones en la prensa y pueden ser consultados además en los documentos publicados por el Instituto Vasco de Evaluación (ISEI-IVEI) en su página web. Tampoco voy a entrar en los pormenores de lo que el informe aporta a la reflexión sobre aspectos específicos de nuestro sistema educativo, aunque esto, sin duda, también deberá hacerse.
Lo que quiero, aquí y ahora, es contestar lo más claramente posible a esa aparente avalancha de apreciaciones de bulto, políticamente interesadas y estadísticamente opuestas a lo que el informe significa en lo referente al diagnóstico del sistema educativo vasco, y sobre todo hacerlo ante la opinión pública para evitar alarmas y temores injustificados.
En los últimos días hemos oído y leído cómo el hecho de que la prueba se haya realizado mayoritariamente en español, y no en euskera, ha escandalizado, literalmente, a determinados representantes políticos y sindicales. Es más, su conclusión es que ese hecho, por sí solo, demuestra el fracaso de todo el sistema educativo de la comunidad autónoma, sin entrar a valorar lo que indican los datos del Informe PISA sobre los resultados de nuestros alumnos.
Pues bien, lo primero que conviene aclarar al respecto de la decisión del ISEI-IVEI de hacer la prueba a la mayoría de los alumnos en español -es decir, en su lengua materna- es que este criterio había sido aplicado ya en las pruebas PISA de 2003. Así quedaba expuesto en el informe que el propio Instituto Vasco de Evaluación hizo público, justificando brevemente además aquella decisión. Por si fuera poco, al año siguiente el propio ISEI-IVEI realizó una investigación específica para determinar la incidencia y la adecuación de dicho criterio, haciendo una prueba con ejercicios PISA a un grupo de alumnos de modelo D en ambas lenguas. También se hizo público un informe al respecto a finales de 2004, que confirmaba el interés de mantener la opción por la lengua materna en este tipo de pruebas. Ambos documentos pueden ser consultados en la página web de la institución.
Nadie, en estos últimos cuatro años, parecía escandalizarse como en las últimas semanas por aquella decisión, y el silencio se ha mantenido hasta que recientemente se han hecho públicos los resultados de las pruebas de 2006. Debo confesar que, como mínimo, me intriga cuáles han sido los motivos por los que algunos ponen el grito en el cielo precisamente ahora.
En cualquier caso, no me parece casual que esta alarma repentina esté siendo alentada por quienes llevan tiempo denunciando que nuestro sistema educativo no es otra cosa que un arma del nacionalismo vasco, cuyo fin último sería hacer desaparecer el español en la comunidad autónoma, para conseguir una Euskadi exclusivamene euskaldun. Así se entiende que interpreten el hecho de que la mayoría de los alumnos haya realizado la prueba en español como un fracaso de ese proyecto, porque los alumnos no saben más euskera que español.
Lo que ocurre es que ése no es, ni ha sido nunca, el objetivo de nuestro sistema educativo. El sistema educativo bilingüe vasco se guía fundamentalmente por dos objetivos. El primero es capacitar a los alumnos en aquellas competencias que necesitarán para la vida y la actividad profesional, como cualquier otro sistema educativo. El segundo es conseguir una sociedad futura de ciudadanos bilingües que permita una convivencia normalizada y cordial de las dos comunidades lingüísticas que existen en este país.
No es objetivo de la enseñanza vasca que en ese futuro los ciudadanos dominen mejor la segunda lengua que la primera, cosa además, desde el punto de vista lingüístico, poco menos que milagrosa. Si se ha optado por un sistema de inmersión, es decir, en el que la lengua de aprendizaje es la segunda para la mayoría de los alumnos, es porque los conocimientos que se han tenido hasta el momento han venido a demostrar que ésa es una de las maneras más eficaces de conseguir que adquieran un alto grado de competencia en la segunda lengua, en este caso el euskera, cosa que han demostrado además las evaluaciones de los distintos modelos del sistema vasco en la adquisición del bilingüismo. En este sentido eran comprensibles los temores respecto a si los alumnos serían capaces luego de expresar en su propia lengua los conocimientos adquiridos en otra.
Pues bien, lo que los datos del Informe PISA demuestran es, precisamente, que sí, que son capaces de transferir los conocimientos a su propia lengua, y que de hecho los expresan mejor incluso que en la segunda, lo cual es, en general, lo normal en una persona bilingüe, es decir, dominar mejor su propia lengua que las segundas o terceras. Esto deja claro que el sistema bilingüe vasco no perjudica ni menoscaba el conocimiento y el buen uso del español en nuestros alumnos, es más, lo que dicen los resultados de las pruebas PISA es que la competencia lingüística demostrada por los alumnos vascos es la segunda más alta de toda España, y la mayoría lo han demostrado precisamente en español.
Pero los datos van aún más lejos, ya que además ponen en evidencia que, con respecto a si nuestros alumnos pueden adquirir adecuadamente los conocimientos de las distintas áreas en una lengua que no es la suya (otro de los temores igualmente comprensible), el informe demuestra que el grado de competencia de los alumnos vascos en las áreas evaluadas (ciencias y matemáticas) supera la media española en ambos casos.
De manera que el Informe PISA, desde la lectura de los datos estadísticos que ofrece, lo que ha demostrado es que nuestros alumnos adquieren mejor que la media de España las capacidades de las distintas áreas del conocimiento y son de los más competentes de España en el uso de la lengua, especialmente en español. Y aunque el informe no lo indica, hay que añadir que además nuestros alumnos son bilingües. Pero cuando los datos se han ofrecido con esta lectura, los que han generado toda esta alarma han tratado de desvirtuar este razonamiento, y acusan a quienes lo apoyan de que la comparación con los resultados del resto de España sólo pretende atacar una vez más lo español y alabar las excelencias de lo vasco, en típica señal de triunfalismo nacionalista.
Por lo que a mí respecta, sólo puedo decir que esta comparación es inevitable. Por un lado porque formamos parte del sistema educativo español. Pero sobre todo porque el incesante ataque de ciertos sectores al sistema bilingüe ha venido utilizando como principal argumento que los alumnos vascos, en su mayoría con el español como lengua materna, estaban siendo perjudicados con respecto al resto de los alumnos del sistema educativo español por recibir la educación en euskera. Pues bien, ahora sabemos, gracias al Informe PISA, que no es así.
Sin duda, queda mucho por mejorar para alcanzar los niveles de otros países, pero tal vez ahora, en lugar de recibir el continuo ataque de quienes anteponen sus intereses políticos a los de la ciudadanía, la enseñanza bilingüe del País Vasco pueda empezar a tener, al menos en el seno de España, algo del prestigio de que gozan otras opciones bilingües, como los colegios alemanes o americanos que existen en nuestro territorio... Torres más altas han caído.